Existen diferentes definiciones del concepto de resiliencia. Pero probablemente, la más extendida es la que hace referencia a la capacidad de recuperase ante las adversidades, haciendo frente a circunstancias contrarias y logrando, además, un crecimiento personal gracias a la experiencia vivida.
Actualmente este término, está muy presente y es muy utilizado a la hora de detallar las competencias más demandadas entre los profesionales. Harvard, junto a muchas otras instituciones, repite que la resiliencia se ha convertido en la competencia más necesaria actualmente a nivel profesional.
La razón es evidente. Los cambios se producen a una gran velocidad y cada vez es más frecuente que nos tengamos que enfrentar a circunstancias no esperadas y tantas veces desfavorables. Además, recientemente, hemos pasado de hablar de la necesidad de que los profesionales se enfrenten a entornos VUCA o en continua transformación, a una situación extraordinaria que está afectando de manera contundente al estado emocional de las personas. Esta reciente crisis del coronavirus nos está llevando a vivir un momento único en la vida profesional y personal con efectos claros sobre nuestro estado de ánimo y forma de afrontar el futuro. Algunas situaciones personales de dificultad y temor a lo que vendrá, están provocando un nivel de ansiedad que aumenta día a día por el propio confinamiento y la falta de claridad sobre lo que esta crisis nos deparará. Para muchas personas esto supone un grave problema, se sienten sobre pasados y les generan altas dosis de estrés e incertidumbre.
El desarrollo de la Resiliencia Efectiva está en nuestras manos y depende de cada uno
Así que no nos queda otra que actuar, porque la solución va a pasar, en muchos casos, por desarrollar el músculo de la resiliencia, ya que como cualquier otra competencia se puede (y se debe) desarrollar con antelación. Existe algo positivo a la hora de enfrentarnos a estas situaciones, pues detrás de estos retos y adversidades se encuentra el verdadero crecimiento personal, y así lo demuestra el término que la psicología positiva ha acuñado como ‘crecimiento post traumático’.
Por mi propia experiencia y estudio, me atrevo a ampliar el término resiliencia para llevarlo más allá de la actitud, añadiendo la perspectiva del comportamiento y alcanzado así a la Resiliencia Efectiva. Más que actitud, acción efectiva. Esto supone, no sólo prepararnos a nivel actitudinal sino también en el aprendizaje de aquellas capacidades y técnicas que nos permitirán hacer frente a este nuevo entorno en cambio continuo, sintiéndonos más motivados y con la energía adecuada durante el proceso.
En definitiva, de la misma forma que no se nos ocurriría enfrentarnos a la proeza de acabar un maratón sin prepararnos ni entrenarnos, debemos de invertir en mejorar nuestra resiliencia, esta competencia que tan determinante puede ser no únicamente para nuestra vida laboral, sino también personal. Y de esta manera lograremos la definición que más me gusta sobre la resiliencia efectiva:
«Estar preparado para ser mejor cuando las cosas se ponen peor».
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