«En muchas ocasiones, nos quejamos de nuestros jefes, nos pasamos horas y horas haciéndolo, y en muchos casos, castigando a nuestros cercanos con el mismo disco rallado. Este desahogo, en cierta manera, nos resulta útil y reparador para ese momento, pero no soluciona el problema de raíz.
Puede ser que haya jefes más buenos y otros más malos, pero también hay muchos que aparentemente son malos como resultado de su inconsciencia o desconocimiento sobre cómo nos afecta su forma de actuar . Y por eso debemos de ser valientes y buscar un buen momento, para desde la educación y respeto, trasladarle aquello que es mejorable o que nos afecta o perjudica. Y como dice el gran William Ury, «hard with the problem , soft with the people», es decir, con tacto y mucha prudencia…
Y si aún así, nuestro jefe no cambia, pues habrá que pensar que la vida es una, y que no podemos vivir amargados por las formas o incapacidad del mismo siendo infelices a nivel laboral… Y entonces, nos tocará ser más valientes, buscando el cambio, pues quien lo busca con coherencia y perseverancia, lo logra. Y cuidado, pues lo cómodo es seguir quejándonos con el gran riesgo de acabar mimetizándonos. Y lo dice uno que así acabo, copiando comportamientos nada deseables de otros… y tardando mucho tiempo en reconocerlo»