Siempre he defendido que un poco de estrés es bueno. Esto que yo reflexionaba desde mi propia observación, Hans Seyle, experto mundial en estrés, lo estudió desde un punto de vista científico, clasificando el estrés en dos tipos: El eustrés, que vamos a llamarlo “el bueno”, frente al distrés que es “el malo”, el que daña y merma capacidades.
El eustrés es el que se genera ante una situación novedosa que nos resulta retadora. Nos genera dopamina, serotonina, adrenalina… que son hormonas que como muy bien explica siempre el Dr. Mario Alonso Puig, nos proporciona vitalidad e impulso, mayor concentración y estados de ánimos positivos y de confianza. Nos vuelve más capaces e inteligentes.
Sin embargo, esa generación de hormonas con efectos positivos tiene un plazo máximo de una hora y media tras la cual nos viene una especie de “bajoncillo”. Es cuando empieza a segregarse el maligno cortisol que realiza justo lo contrario. Por eso, el estrés mantenido en el tiempo, sin gestión del mismo, siempre acaba resultando negativo.
Después de lo bueno, llega lo malo y para compensarlo tenemos que realizar actividades recuperadoras cada cierto periodo, que en muchos casos son esas franjas de tiempo de 90 minutos. A mí personalmente me resulta reparador pequeñas actividades que van desde darme un paseo a la manzana hasta llamar a un gran amigo, escuchar una buena canción o comerme una barrita energética mientras leo la prensa… De esta manera compenso el cortisol y de nuevo, me encuentro en situación de poder volver a generar estrés del bueno. En mis sesiones formativas sobre gestión del tiempo siempre recomiendo por esta razón los paseos reparadores o las llamadas a amigos con los que generas serotonina desde que escuchas su voz.
En esta línea de reacciones fisiológicas también es necesario profundizar en otro tipo de situaciones que se dan tras actividades de más entidad (una conferencia, la presentación de un informe en el que has estado trabajando varios días, un examen de mucha importancia…) que son muy motivadoras o retadoras. A estas siempre les sigue un bajón, con desánimo y cansancio que en ocasiones no logramos entender. En esos casos, una siesta, una actividad de deporte intensa o una actividad placentera pueden resultar muy reparadoras.
También es cierto que en ocasiones, el distrés nos aparece sin una actividad previa de subidón, sino de manera independiente. Su origen puede venir por miedos a lo desconocido, por pensamientos de incapacidad ante alguna situación nueva o por puro desgaste ante períodos con poco descanso y mucha actividad. El miedo, el respeto ante algo desconocido o el desgaste continuado en el tiempo te generan tanto cortisol que tus capacidades se ven muy mermadas e incluso sientes más cansancio del lógico. Además pierdes la objetividad, llegando a llenarte de pesimismo y pensamientos limitadores.
En este caso, es necesario trabajar esas creencias limitadoras y vernos capaces, pues todos somos mucho más capaces de lo que pensamos y en estas situaciones todavía más. Debemos considerar tanto nuestras experiencias pasadas como las muchas fortalezas que tenemos y practicar ciertas actividades que facilitan compensar ese cortisol. Lo he experimentado en primera persona, y es curioso lo que se puede llegar a distorsionar la realidad y lo incapaces que somos de escuchar opiniones y aceptar consejos externos sobre que algo no va bien en nosotros mismos. Nos metemos en un círculo virtuoso donde pensamos que la única solución es trabajar más o llenarnos de pensamientos rumiantes sobre el problema y esto nos llena de más cortisol. Además, nos resulta muy complicado alternar actividades de distinta naturaleza como las mencionadas, pues llegamos a pensar que no son ni merecidas, nada más lejos de la realidad para el buen futuro de nuestro desempeño.
En resumen, ante el distrés buscaremos disponer de pensamientos adecuados utilizando un lenguaje lleno de positivismo y realizando actividades que nos generen dopamina, serotonina, adrenalina… para compensar la producción de cortisol.
Por otra parte, cuando lo que generemos sea estrés del bueno, eustrés, buscaremos fórmulas para alargarlos y mantenerlos durante los periodos máximos, con esos pequeños descansos intercalados. Son momentos únicos donde tenemos nuestras capacidades al máximo y donde nos sentimos invencibles y más capaces que nunca.
Como en muchos casos, la autobservación, el consejo o la opinión de otros, será clave para ello. Posteriormente, deberemos gestionarlo con mucha fuerza de voluntad y astucia de la mejor manera posible.
A por estrés, pero del bueno.