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Conversando con un CEO: La soledad del poder: el desafío de ser CEO.

Había una vez un joven emprendedor llamado Alejandro que, tras años de esfuerzo y dedicación, finalmente había alcanzado su objetivo de convertirse en CEO de una empresa emergente. Estaba emocionado por asumir este nuevo rol y liderar un equipo hacia el éxito.

Sin embargo, a medida que Alejandro se adentraba en su nueva posición, comenzó a experimentar lo que se conoce como la soledad del poder. Aunque tenía un equipo dedicado a su disposición, se dio cuenta de que ahora no podía recurrir a un superior para pedir ayuda o compartir sus miedos, como solía hacerlo antes.

Un día, mientras reflexionaba sobre esta soledad, su amigo Ismael, quien también había sido CEO en el pasado, le hizo una llamada.

«¡Hola Alejandro! He escuchado que te has sumergido en la soledad del poder», dijo Ismael con tono comprensivo.

«Sí, Ismael. No puedo evitar sentirme solo y vulnerable en esta nueva posición. No tengo a quién acudir y todos esperan que demuestre solvencia y brillantez en cada situación», respondió Alejandro con cierta preocupación en su voz.

Ismael suspiró. «Créeme, todos los CEO pasan por eso al comienzo. Es una carga pesada, pero tienes que recordar que estás ahí por una razón. La clave está en mantener tu mejor versión y cuidarte a ti mismo».

Alejandro reflexionó sobre las palabras de Ismael y decidió que debía encontrar una manera de enfrentar esta soledad del poder sin dejarse consumir por ella. Durante los siguientes días, investigó y habló con otros CEOs experimentados en busca de consejo.

Finalmente, llegó a una conclusión que resonó profundamente en él. No tenía que preocuparse tanto por las preocupaciones concretas del día a día, sino por mantener su bienestar general y no permitir que el estrés y la presión lo deterioraran silenciosamente.

Con este nuevo enfoque en mente, Alejandro decidió también que no podía permitirse estar presente en todas las situaciones y satisfacer todas las demandas que le imponían.

Recordó las palabras de un cliente que mencionó el «divide y vencerás», y se dio cuenta de que debía identificar cuáles eran los temas en los que su participación era realmente necesaria y aportaba un valor único y diferencial.

Con esta nueva mentalidad, Alejandro se concentró obsesivamente en seleccionar sus prioridades y delegar responsabilidades en su equipo de confianza.

Aprendió a confiar en su liderazgo y a no temer mostrar vulnerabilidad cuando era apropiado y beneficioso para el crecimiento de la empresa.

Con el tiempo, Alejandro descubrió que no estaba solo en esta batalla.

Comenzó a abrirse con quienes le rodeaban, tanto dentro como fuera de la organización, y descubrió que muchos de ellos habían experimentado la misma soledad del poder en algún momento de sus carreras.

Este descubrimiento le permitió construir una red de apoyo sólida y valiosa.

Pudo compartir sus preocupaciones y recibir consejos de otros líderes, lo que a su vez le ayudó a mantener su mejor versión y enfrentar con éxito los desafíos que se le presentaban.