Resulta sorprendente que muchas personas estén quejándose de que no son buenos gestionando su tiempo y por el contrario no hagan nada para solucionarlo. Algunos se fabrican sus propias excusas y buscan culpabilizar al entorno o a su jefe, que es lo más sencillo. Y todavía resulta más sorprendente que, por el contrario, sí que han pedido ayuda para mejorar en otras áreas y por ello han decidido acudir a seminarios, cursos o monográficos diversos como son los de cómo mejorar como orador? o Excel para expertos o trabajar en equipo. Es entonces cuando se convierten en grandes oradores dentro de una vida laboral caótica, llena de estrés, remordimientos y con claras consecuencias para su felicidad laboral.
En definitiva, muchos seminarios, mucha evaluación del desempeño de sus jefes, mucho máster, pero poca o ninguna formación sobre lo más clave de todo: aprender a liderarse a uno mismo para lograr la máxima productividad y el uso más eficiente del tiempo.
Sí que es cierto que una minoría, harta de sentirse mal y de saber que podría trabajar menos horas, pero con mucha más productividad y resultados, decide pedir ayuda o le llega la ayuda sin pedirla, es decir, impuesta por un jefe que está harto de verbalizarle que el problema es el mismo: que no sabe organizarse. Y a medida que va introduciéndose en un programa de mejora de su productividad va detectando grandes carencias que he identificado como los 10 pecados más comunes en la gestión del tiempo:
1.- No tener claramente identificados los objetivos prioritarios de mi puesto ni las tareas de alto rendimiento que me acercan a ellos.
2.- No tener un plan corrector de todos aquellos robatiempos y malos hábitos que afectan a que el tiempo de trabajo efectivo se vea mermado.
3.- No cuidar mi energía física lo suficiente para disponer de niveles de actividad óptimos en mis horas de trabajo.
4.- No delegar aquello de poco valor añadido que no me corresponde realizar, pues me merma tiempo para lo realmente importante.
5.- No saber identificar lo muy importante y determinante frente al resto de actividades, es decir, mi 20-80.
6.- No disponer de bloques de tiempo diarios para trabajo individual que son invertidos en aquello más importante dentro de mi área de responsabilidad.
7.- No tener en cuenta cuál es mi ciclo vital y asignar la mejor parte del día a lo más relevante.
8.- No preparar bien las reuniones, sino actuar bajo improvisación y sin un plan claro para liderar reuniones productivas y efectivas.
9.- No elaborar un plan semanal y diario de trabajo que me sirva de guía y de autoreflexión sobre cómo actuamos frente a lo deseable.
10.- No disponer de una sistemática de reuniones con las personas claves de mi equipo u organización del tiempo para poder revisar los temas con sistemática y orden.
¿Te atreves a analizarte en los 10 puntos o prefieres seguir con la incógnita?